lunes, 13 de febrero de 2006

Diario de un Español en Kenia VII
Subimos a Taita Hills (13/2/2005)

La unificación de los dos campamentos en uno solo, se había producido la semana anterior. Ahora los turnos de trabajo eran mucho más duros, con algunas jornadas de trabajo que obligaban a levantarte a las cuatro de la mañana y te mantenían fuera hasta las ocho o nueve de la noche...
Un tercio del equipo disfrutaba de sus últimos días antes de volver a España, Argentina, Colombia o Uruguay, que si no me equivoco eran todas las nacionalidades de las personas que allí nos juntamos. Era una pena, porque prácticamente nadie quería volver tan pronto, y menos cuando la gente se empezaba a conocer, y empezábamos a movernos por la zona con cierta facilidad y habilidad, descubriendo nuevos y bellos paisajes que escapan a los turistas y safaris.

Durante un desayuno, alguien del equipo comentó que había visitado unas pequeñas cataratas, a una media hora de viaje del hotel, y luego un par de horas de escalada... afirmó que la caminata merecía la pena, pues había unas vistas espectaculares.

La tarde anterior comenzamos a organizar la excursión y a la mañana siguiente, después de un temprano y ligero almuerzo, nos juntamos unos pocos, creo que éramos (M. N. L. E. M. C.) que librábamos aquel día. Llamamos a Steve y cargados de botellas de agua, bien equipados con ropa y calzado esperamos a los dos taxis en el hall del hotel.

Sobre las 12:30 salimos rumbo a Taita Hills, una pequeña elevación montañosa que destacaba sobre la planicie de la inmensa sabana. Su acceso era complicado, únicamente una estrecha y mal asfaltada carretera pasaba bordeando aquellas colinas. A medida que nos acercábamos a la zona, la vegetación aumentaba, debía ser un lugar más húmedo.
Una media hora después Steve detuvo el taxi en una pequeña cuesta en la cuneta de la carretera y todos nos bajamos estirando las piernas.

A la derecha a unos pocos kilómetros, se alzaban los peñascos de Taita Hills. Era imposible avanzar más con los coches, ahora el camino sería a pie.
Comenzamos a caminar, dejando atrás pequeños campos cultivados de maíz y de caña de azúcar; de vez en cuando teníamos que saltar algún pequeño canal de agua, utilizado para regar los cultivos. Después de casi hora andando descubrimos un pequeño poblado, con minúsculas construcciones diseminadas aquí y allá entre la maleza. Steve nos indicó una construcción diciendo que se utilizaba como escuela.
Unas pocas personas salían de sus casas y nos saludaban. Steve estuvo hablando unos minutos con un anciano del lugar, para que le indicase el lugar exacto de las cataratas, pues él tampoco conocía la zona.
Comenzaron a aparecer niños de vez en cuando, uno aquí, luego dos por otro lado...

Recuerdo como algunos niños muy pequeños en cuanto nos veían se ponían a llorar y a gritar... Steve nos dijo entre risas que muchos de aquellos niños, sobre todo los más pequeños, seguramente era la primer vez que veían a personas de raza blanca...
Poco a poco nos ganamos a los niños con bromas; empezaron a llegar más y más. Les gustaban nuestras gafas de sol y les llamaba muchísimo la atención las cámaras fotográficas digitales, verse en ellas y sacar fotos. Se notaba que se lo estaban pasando bien, y nosotros igual, porque aquellos niños pese a no tener casi nada, nos dieron algo muy importante como su cariño, confianza y amistad.

Desde aquel momento, los niños hicieron de guías. Era impresionante verles moverse con esa agilidad entre las rocas, rodeadas de maleza, zonas en las que ni siquiera podías ver donde ponías los pies.
Lentamente nos acercábamos a la cima, pero a medida que ascendíamos aumentaba la dificultad del terreno.
Vimos algunos plataneros y otros árboles frutícolas que no reconocimos, la pequeña cascada ya se podía observar desde nuestra posición, y se oía perfectamente el ruido del agua al caer.
Por fín!!! No sin alguna que otra caída, llegamos hasta el final del ascenso... habíamos llegado a la cascada de Taita Hills!!!.
Era cierto lo que nos habían contado... las vistas eran realmente espectaculares.

Descendimos al fondo de la cascada, que por el tamaño, nos daba una pequeña pista del inmenso caudal que llevaría en la época de lluvias...
A pesar de los consejos médicos habituales de no bañarse en ningún río africano, aquel agua estaba clara , porque al parecer nacía de algún manantial más arriba, y a pese a lo frío que estaba, nos dimos una pequeña ducha con cuidado, pues el agua caía en algunas partes con demasiada fuerza y podía hacer daño.
Los niños no se separaban de nosotros. Les encantaba tocar y peinar el cabello largo a las chicas, y d L que también lo tenía en esos días.

Les dimos nuestras botellas de agua, y algo de comida, lo poco que llevábamos encima.
El tiempo pasa deprisa cuando te diviertes, y aquello había pasado de ser una simple excursión, a un viaje a nuestro propio interior... hubo momentos en los que sólo se oían las risas de los niños y como comentaban cosas entre ellos, mientras todos nosotros estábamos pensativos, idos, enseñando a hacer fotos a los niños, o a hacer trenzas con el pelo. En aquel momento supe que no olvidaría ese día nunca.

Pero se hacía tarde, había que volver antes del anochecer, y nos quedaban dos horas de descenso...
En la bajada un niño se acercó con un remendado balón de fútbol, y L, M y yo estuvimos jugando unos minutos con ellos, entre risas, alguna que otra vaca y una pequeña casa que hacía las veces de portería.
A medida que íbamos descendiendo, los niños iban despidiéndose de nosotros y desaparecían entre la maleza, por pequeños senderos, casi invisibles.
Si al principio, huían de nosotros, ahora ocurría lo contrario, les costaba mucho separarse... incluso nos agarraban de la mano e intentaba llevarnos a sus casas, como si quisieran que nos quedásemos allí para siempre.

Algunos se despedían con lágrimas en los ojos, nos costó muchísimo que no nos sucediese lo mismo...

En el poblado que encontramos al principio, había ahora mujeres vendiendo fruta. Compramos varios plátanos, y los repartimos con los niños. Alguno nos pidió dinero, cosa que hasta ese momento no habían hecho... probablemente sus padres se lo habían pedido...
En unos minutos llegamos a los taxis y volvimos al hotel. En el viaje unas palabras del Steve quedaron grabadas en la mente de cada uno:
“Probablemente el día de hoy sea uno de los días más felices de su vida”
No se refería a nosotros, sino a los niños...

Fue sin duda el día más bonito de todos los que pasé en Kenia.

11 comentarios:

Copycat dijo...

Guau, me molan tus aventuras en Kenia!
Por cierto, he visto que en tu apartado de + roedores sólo nombras a la mitad de Desde mi tejado... Somos Sue y Copycat!
¿O acaso yo no puedo figurar como roedor? Je,je.
Saluditos
CC.

Anónimo dijo...

¡Ay ratoncito! ¡Ir de cañas te hace ponerte sentimental! Un abrazo ;)

III Naranjas Verdes dijo...

Creo que voy a dejar de leerte,¿eh? ¡jaja!
¡Qué malísisisisisisma envidia que te tengo!! ;)


Besis

Doctor Brigato dijo...

El señor Simba está por aquí, que sorpresa...
Por aquella Excursión valió la pena todo el viaje... Es el momento en que palpas, sientes de veras, respirars el aire de la gente, de los keniatas, de los que se dejan la vida por una comida más, por poder estar un día más, a salvo, vivos...
Recuerdo perfectamente lo que citas que nos dijo Steve al final de la jornada, ya escribí sobre ello en ¿Joyce, Dónde estás corazón?, recuerdo que Steve nos dijo que allí los niños, la inmensa mayoría no sabe jugar pq desde muy pequeños empiezan a trabajar. El dedicarles una sonrisa, cogerles de la mano, mirarlos a los ojos y decir con el corazón en la mano os quiero, vale toda su existencia, ven una luz al fondo del tunel, hay algo más a parte de su paupérrima rutina...
Esta es un pequeña muestra de la inmensa experiencia humana que conllevo ese viaje... Algunas veces estas pequeñas cosas cambían a las personas, las hacen de otra manera, sus ojos nunca vuelven a mirar de la misma forma...
Otras cerves Ratoncito, pero rememorar con tan buena pluma estos inolvidables retazos de la verdadera Aventura en África.

El Ratoncito Pérez dijo...

Muchas gracias Brigato, que tusker me tomaba otra vez en la pileta eh!!
Doncellita, no me envidies, seguramente en tu vida harás un viaje de esos que te marcarán...
Copycat, lo he solucionado, mis más sinceras disculpas... por supuesto que hay sitio para más roedores, faltaría más!!
Leo la mala vida va a acabar contigo

Lunarroja dijo...

Emocionante, como siempre, leer tus aventuras africanas.
... Y enriquecedor!!!!

Anónimo dijo...

Cada vez que te leo, creo que lo haces mejor. Yo quiero!!!!!!
Y tus experiencias, emocionantes!
JUANA LA LOCA & BLOODYMARY

El Ratoncito Pérez dijo...

Muchas gracias lunaroja y Juana la loca & bloodymary, uno hace lo que puede, y la verdad es que fue una experiencia inolvidable...

mmm dijo...

...es la primera vez que te leo...lo seguiré haciendo...que aventurillas...sobre todo porque los dentistas estamos asociados con el ratoncito perez...

gemuchi dijo...

Ufff, hay experiencias impagables!. Desde luego entiendo a la perfección lo que describes, como te sentiste y lo que supuso ese día para tí. A mí me pasó algo parecido tras mi viaje a Colombia. Disfruté de la vida acomodada..pero vi y palpé la desigualdad y la triste vida a la que están condenados esos niños.

A veces invertimos en hacer turismo pensando en la gastronomía y los monumentos que nos vamos a encontrar..sabiendo que son otra clase de viajes los que te aportan toneladas de riqueza.

Me ha encantado como lo has narrado y lo que has conseguido transmitir. Me tienen enganchada estas experiencias tuyas.

El Ratoncito Pérez dijo...

Gracias mmm!, cuando quieras te llevo un saquito de incisivos para tus proyectos je je je.
Gemmita, es cierto lo que dices, y al final esos recuerdos son los que se quedan para siempre en tu cabeza, los que merecen la pena. Gracias por convertirte en una de mis lectoras, para mí es un verdadero honor!